martes, 23 de abril de 2013

Rita Berté - Dio mucho que hablar y tardará en olvidarse

                                  

Corría febrero del mil novecientos setenta y ocho. La fuerte onda explosiva semejaba  la sumatoria de fuegos artificiales encadenados saltando por los aires.  Éramos testigos de  un atentado  terrorista, la casa de los Franceschini estaba siendo ametrallada. Todos los vecinos pendientes de los sucesos, tirados en el piso de sus respectivas casas, temerosos de que alguna esquirla los hiriera.
A  partir de allí se convirtió en el tema recurrente en los negocios del barrio, en las paradas de colectivos, en la puerta de la escuela, pero en voz muy baja casi confidencialmente susurrada y difícil de asimilar.
 Nadie supo que pasó con los integrantes de esa familia, hasta los  pequeños fueron borrados de un plumazo. Alguien se quedó sin su mejor amiga, otros con el buen jugador de futbol del equipo del barrio, quizás extrañando a la abuela que tejía para afuera o al abuelo compinche de las partidas de truco que hasta había aprendido a tomar mate, a pesar de su origen italiano.
El cometario común y reiterado de aquella época: ¡era una familia tan buena! pero ¡algo habrán hecho!                                                             
 La casa quedó virtualmente destrozada, sus puertas y ventanales desaparecieron, esa tapera quedó como mudo testigo durante una década, hasta que un buen día aparecieron albañiles reconstruyéndola. Comenzó a correr la bolilla que quizás los Franceschini retornarían al barrio,  falsa alarma, se mudaron desconocidos, cesando así las falsas especulaciones.
Hasta que alguien leyó en un diario que el equipo de Antropología Forense había reconocido los restos de los cuatro adultos integrantes de la familia Franceschini, enterrados  en una fosa común del Cementerio de Avellaneda.
De los niños ninguna noticia, alguien  especuló que quizás los enviaron  al país natal de sus ancestros, pero un reguero de dudas, se sembró de improviso, seguramente fueron dados en adopción y perdieron su real identidad.
Ese caso dio mucho que hablar y seguramente, tardará en olvidarse, es un capítulo más de lo que nos sucedió y forma parte de nuestro historial colectivo.            

                                                                                                                                       

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