Sin referirse al clima,
dijo:
--Mañana será un
hermoso día.
Trescientos dos
transcurrieron desde que, por primera vez, había oído hablar de él.
En la zona por la que
frecuentemente transitaba, dejaba su huella y se esfumaba como el
olor a combustión de su moto de alta cilindrada.
Estos trescientos dos
últimos días fueron la causa de su desvelo. Varias oportunidades
tuvo en que casi logró tener contacto con él, detenerlo. Pero
tarde, quedaba sólo su huella.
De una jovencita obtuvo su descripción. Ahora nada ni nadie podría evitar ese
encuentro.
Sucedió hoy, hace
media hora.
Su fuente de
información lo ubicó en la plaza detrás de la estación del
ferrocarril. Un lugar que las parejas de adolescentes consideran
íntimo.
Cuando llegó, justo
estaba dejando su huella entre las sombras.
Se vieron, una navaja
se mostraba amenazante sobre el cuello de la mujer.
Tras el alto, un
disparo certero lo derrumbó.
La razón de su
desvelo, su pesadilla, estaba ahí, muerta a los pies del Oficial
Inspector Vinci.
Que sin referirse al
clima, dijo:
--Mañana será un
hermoso día.
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