viernes, 26 de abril de 2013

Agustín E. Rodríguez -Siempre igual



¿Los ve a esos tres sentados a la mesa del bar? ¡Esos, allí en el rincón!
No importa, sígame, haga de cuenta como que está, pero no está ¿me entiende? y usted me dirá si son o no ingratos conmigo. Ni los sorprendo ni les importa mi llegada, fíjese. Lo único que les considero es esto, que siempre haya una silla vacía. Ellos dicen que son mis amigos pero me tratan como si fuese el cuarto. Como aquellos que en la partida de truco, lo tienen para sostener las cartas.
Si les pregunta a ellos sobre mí, los tres se pondrán de acuerdo, le dirán que soy un fabulador. Hágame caso, no los escuche. Es inútil tratar de convencerlos. Mas le digo, mis expresiones, son como pensamientos en voz alta, que con el murmullo y ruidos de cucharitas contra la cara interna de los pocillos, bastan para silenciarme, yo chito.
Con el que está sentado a mi derecha, fuimos compañeros en la escuela primaria. ¡Venía llorando hasta mi casa para que le resolviera los problemas de tres pasos! Está agrandado por lo del ascenso en la contaduría del banco de aquí a la vuelta. ¡Créame! éste, va a ir preso por marcar gente para que la roben.
El que está sentado frente a mí, sí ése, se dice su gran amigo y es el pata de lana que visita a su esposa. Yo chito.
Este otro, no labura, es un mantenido por la madre. El eterno adolescente. Es el que a veces me da un poco de bola. Me cree cuando le digo la hora.
¡Ah... eso sí! cuando llega el momento de pagar, todos se hacen humo.
¡Psss... ! ¡Mozo!.. ¿Cuánto es todo?
--¿Un café...? Quince pesos señor.

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