Se
echó y quedó dormido, así siguió. Trató de incorporarse no sin
esfuerzo. La resaca matinal, no recordó haberlo afectado tanto,
salvo aquella vez en que al alcohol lo hubo combinado con droga.
Durante el brindis de la noche anterior aquello no lo tuvieron
acordado con Rita. Se preguntó porqué ella no estaba. Trató de
llegar hasta el baño. Suspiró, fue cuando se inclinó que abrió en
demasía sus piernas, atinó al manotazo, encontró de donde asirse.
Se quitó los bigotes, se puso como antes, sin la barba. Volvió a
mirarse. El espejo empañado disimuló el efecto aún obnubilado en
sus ojos. Se sirvió de unas pantuflas estrechas que calzó con
dificultad y volvió al dormitorio. Se puso un cigarrillo entre los
labios. Cuando se sentó apoyó sobre las rodillas sus manos, se las
miró y sonrió. Pensó:
“ nunca
más sentirán el acero carcelario” . Sonó dos veces el clic del
Monopol cromado accionado por el dedo pulgar derecho, aspiró
profundamente, su pecho se elevó en tanto el humo contenido buscó
urgente la salida nasal, quitó el cigarrillo con la mano izquierda,
con la otra, registró el cajón de la mesita de luz próxima a él.
Se puso de pie e hizo lo mismo con los de la cómoda. No halló su
Magnum, se puso nervioso, luego resignado, trató de reflexionar,se
puso en el lugar de ella. Allí se dio cuenta que la sociedad con
Rita, fue tan falsa como sus promesas. Las de gozar ambos de los
millones apropiados.
Él se quedó con el mérito por la gran estafa y en el Penal: con el
reconocimiento de sus compañeros de celda.
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