El
psiquiatra hizo que se recostase sobre el diván, de modo tal que su
torso estuviese incorporado como para leer. Con el libro entre sus
manos Elizabeth se predispuso para entrar en estado hipnótico.
Será
el primer lector que permita al autor indagar sobre su
comportamiento. De ser positivo, los escritores estaríamos avanzando
sobre lo eventual. Reduciríamos substancialmente el porcentaje de
fracasos, incluso el de los editores.
Las
codiciones establecidas por el doctor Freuding: que el paciente no
conozca la obra ni al autor.
Elizabeth
Cohen, de 55 años, es bibliotecaria. Su desinterés por colaborar en
esta experiencia, se esforzó por ponerlo de manifiesto y lo
agradecimos.
El
doctor y yo nos comunicaremos por mensaje de texto, ella escuchará
una sola voz.
A
distancia prudente busco la penumbra.
El
haz de luz apunta desde un ángulo a 45 grados óptimo para lectura.
Tengo
frente a mí la robusta espalda del doctor que: sentado a medio metro
del diván, comienza la tarea de poner en trance a la paciente. Todo
fluye, el estado hipnótico según el mensaje de Freuding lo ha
concretado.
Comienza
a leer: no salgo de mi asombro, la voz con una leve impostación
locutoril recorre cuidadosamente las palabras.
El
encantador matiz para cada personaje nos cuenta el cuento perfecto.
Le
advierto a Freuding que apenas acabe ella la lectura, haga que se
predisponga a responder mis preguntas.
Ella
cierra el libro: lentamente lo deposita sobre su falda, baja los
párpados, los eleva ya en dirección al doctor.
Al
estar yo a sus espaldas, la mirada de Elizabeth roza el cuello de
éste abarcándome abstraída.
El
doctor dice lo que quiero saber: “deme su opinión sobre lo que ha
leído”
Respuesta
--- “Es determinante la elección del punto de vista y la
diferenciación entre las voces del autor, el narrador y los
personajes. Tiene la vanidad de querer intervenir en un cuento, con
algo más que el cuento en sí”
No
puedo creer lo que está diciendo ¡y cómo lo está diciendo!
Su
expresión llana y acelerada como si fuese el resultado de un
ecuación.
Esta
vez le haré la pregunta clásica: Freuding la lanzó: “ Elizabeth
¿ Qué la fascinó, lo que contó el autor o el modo en que lo hizo?
Respuesta
--- “ Lo que contó. Jamás haga nada que distraiga el efecto
final”
La
decepción que me embarga es por haber comprobado lo negativo de este
proyecto.
Esta
última respuesta es literalmente extraída de “ LA TEORÍA DEL
CUENTO” que seguramente ella ha leído.
Lo
inútil de seguir indagando radica en que absolutamente toda
respuesta, va a tener un orígen en lo leído a lo largo de su vida
intelectual.
El
diagnóstico dado por Freuding a ella no la afectó, pues no puede
arrepentirse de los conocimientos adquiridos. Y no es su culpa que el
estado hipnótico quite espontaneidad.
YO
--- Gracias Elizabeth: espero algún día hacer algo por usted.
ELLA
--- ¿ Hoy por ejemplo... puede?
YO
--- Estoy en deuda, diga...
ELLA
--- Que usted como autor, sea el paciente y yo, la lectora que lo
interrogue.
Astuta Elizabeth Cohen: con las respuestas en estado hipnótico rescató mis conocimientos, aún aquellos que no sabía que los sabía.
Editó
su libro “El autor sobre el diván.”
Leyéndolo,
me asombro de lo que es capaz un escritor cuando está imposibilitado
de pensar.
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