sábado, 27 de abril de 2013

Agustín E. Rodríguez -Sobre el diván



El psiquiatra hizo que se recostase sobre el diván, de modo tal que su torso estuviese incorporado como para leer. Con el libro entre sus manos Elizabeth se predispuso para entrar en estado hipnótico.
Será el primer lector que permita al autor indagar sobre su comportamiento. De ser positivo, los escritores estaríamos avanzando sobre lo eventual. Reduciríamos substancialmente el porcentaje de fracasos, incluso el de los editores.

Las codiciones establecidas por el doctor Freuding: que el paciente no conozca la obra ni al autor.
Elizabeth Cohen, de 55 años, es bibliotecaria. Su desinterés por colaborar en esta experiencia, se esforzó por ponerlo de manifiesto y lo agradecimos.

El doctor y yo nos comunicaremos por mensaje de texto, ella escuchará una sola voz.
A distancia prudente busco la penumbra.
El haz de luz apunta desde un ángulo a 45 grados óptimo para lectura.
Tengo frente a mí la robusta espalda del doctor que: sentado a medio metro del diván, comienza la tarea de poner en trance a la paciente. Todo fluye, el estado hipnótico según el mensaje de Freuding lo ha concretado.

Comienza a leer: no salgo de mi asombro, la voz con una leve impostación locutoril recorre cuidadosamente las palabras.
El encantador matiz para cada personaje nos cuenta el cuento perfecto.
Le advierto a Freuding que apenas acabe ella la lectura, haga que se predisponga a responder mis preguntas.

Ella cierra el libro: lentamente lo deposita sobre su falda, baja los párpados, los eleva ya en dirección al doctor.
Al estar yo a sus espaldas, la mirada de Elizabeth roza el cuello de éste abarcándome abstraída.

El doctor dice lo que quiero saber: “deme su opinión sobre lo que ha leído”
Respuesta --- “Es determinante la elección del punto de vista y la diferenciación entre las voces del autor, el narrador y los personajes. Tiene la vanidad de querer intervenir en un cuento, con algo más que el cuento en sí”
No puedo creer lo que está diciendo ¡y cómo lo está diciendo!
Su expresión llana y acelerada como si fuese el resultado de un ecuación.
Esta vez le haré la pregunta clásica: Freuding la lanzó: “ Elizabeth ¿ Qué la fascinó, lo que contó el autor o el modo en que lo hizo?
Respuesta --- “ Lo que contó. Jamás haga nada que distraiga el efecto final”


La decepción que me embarga es por haber comprobado lo negativo de este proyecto.
Esta última respuesta es literalmente extraída de “ LA TEORÍA DEL CUENTO” que seguramente ella ha leído.
Lo inútil de seguir indagando radica en que absolutamente toda respuesta, va a tener un orígen en lo leído a lo largo de su vida intelectual.

El diagnóstico dado por Freuding a ella no la afectó, pues no puede arrepentirse de los conocimientos adquiridos. Y no es su culpa que el estado hipnótico quite espontaneidad.

YO --- Gracias Elizabeth: espero algún día hacer algo por usted.
ELLA --- ¿ Hoy por ejemplo... puede?
YO --- Estoy en deuda, diga...
ELLA --- Que usted como autor, sea el paciente y yo, la lectora que lo interrogue.

Astuta Elizabeth Cohen: con las respuestas en estado hipnótico rescató mis conocimientos, aún aquellos que no sabía que los sabía.
Editó su libro “El autor sobre el diván.”

Leyéndolo, me asombro de lo que es capaz un escritor cuando está imposibilitado de pensar.





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