miércoles, 20 de febrero de 2013

Rita Berté - Teresa

                                                                                                                                                                                           
Me llamo Teresa, tengo 11 años, acabo de enterarme de que nos mudaremos, pero no puedo digerir la terrible noticia que me han dado a conocer mis padres, nos iremos a vivir a un país muy lejano, donde se habla otro idioma, donde no podré ver más a mis amigas, primas, tíos y a mi querida abuela María.
Corro a encerrarme en el dormitorio que comparto con mis dos hermanas menores, no puedo salir del estupor que me ocasiona enterarme, de no volver a caminar las veredas de esta ciudad, no ver mas las elegantes y altas palmeras de la Marina Garibaldi, ni acercarme al Malecón y ver el golpetear de las olas, ni las gaviotas revolotear en busca de alimento, ni  corretear por la playa.
No volver a escuchar jamás la suave y melodiosa voz de la abuela María, que con su capacidad de maga, saca de sus bolsillos cantidad de caramelos, chocolatines y galletitas.
No volver a  aferrarme y abrazarme fuertemente a su cuerpo, ni ver deslizar sus amargas lágrimas, que seguramente mojaran su rostro el último instante en que nos despidamos.
Repaso mentalmente lo que me esta sucediendo y me prometo escribir a la abuela, todas las cartas necesarias, para que nos tenga presente y desde lejos comparta nuestras nuevas vivencias,  luego miro mis juguetes uno a uno, repaso con detenimiento sus reconocidas figuras, queriéndolas retener en mis retinas por siempre, quien me los fue regalando y en ocasión de que acontecimiento, mama me dijo que no los podré llevar conmigo, entonces los amontono, tomo un martillo y los hago añicos, no deseo que quede, ningún rastro de mi presencia, en ésta mi casa natal.



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