domingo, 10 de febrero de 2013

Marta Maldonado - La otra Hebe

                                                                   

                                                 

                                                       Me pareció haber visto un fantasma, una sombra, algo que pasa y es más una idea que un ser; algo que me atraía con la fuerza de un remanso…      Don Segundo Sombra, cap. II.



-          Parece medio pavote, ¿no?   



-          Mirá hermano, estos estudios indican que hay una hernia. Si bien es pequeña, sería conveniente no dejar pasar el  tiempo. A veces el cuadro se puede complicar. Te recomiendo ver a un cirujano para ultimar detalles, y así, a la vuelta de tu viaje el quirófano te estará esperando. Si estás de acuerdo le digo a la doctora Hebe Cuffaro que te reciba mañana mismo.


-          ¿Doctora…?


-          ¡Ay Dios! ¡Sí, doctora! ¿Cuándo vas a entender que la capacidad y la dedicación no se llevan en los genitales. Te aseguro que Cuffaro es una eminencia. Te entrego a las mejores manos. Ella es una amiga- busca en un cajón- mirá cavernícola, este minón aunque parezca mentira, es inteligente. Y además, atiende en esta misma clínica.


Camino a su casa, Miguel, luego de haber conciliado la idea de confiar su cuerpo a un bisturí con faldas, repara en el apellido de la facultativa. “Cuffaro. Cuffaro. Me suena. ¿De dónde lo conozco?” Se pregunta con intriga. Pero el ringtone del celular le da recreo a la memoria. Hola papi… ¿Puedo ir a quedarme unos días con vos?... Discutí con mamá…Sí, dijo que me da permiso siempre y cuando vos no tengas inconveniente…Después te cuento, ya sabés que a ella lo único que le importa es su nuevo bebé…Sí, sí, mi hermanito…Buenísimo, gracias pa…Ok, voy para allá…Bye.

Tras cenar con su hija, quien ha secuestrado la notebook al irse a la cama, enciende el televisor en Discovery Channel. A las 22 horas, es el ciclo “cuando dos textos dialogan entre sí”, conducido por la periodista y escritora Silvia Hopenhayn,  quien lo atrapa en Canal (á). Esa noche presenta en su mesa los 2 rostros del tape Burgos, el adolescente y el adulto. Una charla, un análisis, un Piglia iluminando a Hegel “un hombre sólo es un ser humano cuando es reconocido como tal por otro ser humano” y un Güiraldes que demuestra que escapamos del infierno de la inexistencia, tanto, siendo amados como despreciados. Un programa imperdible para su gusto. Un tema profundo que deja algo picando en su interior.

Miguel sirve whisky en el vaso. Lo saborea. Y,… sin pensamientos sigue la pequeña huella… De pronto frunce… las cejas como si se concentrara en un recuerdo… y una imagen, sepultada en el tiempo, se perfila en el living. Es “la gorda” Hebe, la Paletonta, como él mismo la bautizara.  Ella le trae un pedazo de su época de estudiante. “¡Pobre gorda, le hice las mil y una!”  Y el paralelo se funda…zarandeando irreverentemente a sus pequeñas víctimas… “Como el tape Burgos, en aquellos tiempos necesitaba ser tomado en cuenta. Y me la agarraba con Hebe. Y la volvía loca. Con su vulnerabilidad yo crecía ante el resto de la clase…satisfaciendo con cruel inconsciencia de chico la maldad de los fuertes contra los débiles… ¡Cómo los hacía reír! ¡Qué bien la pasábamos todos! Bueno, todos no. Cierto es que Hebe muchas veces terminó llorando. Hebe Cuffaro ¡Cuffaro!” Y una vaga sospecha se agazapa en su médula. “¿Será la misma? ¡Noooo! La gorda no pudo haber cambiado tanto.

… la noche suele ser traicionera y no hay que andar llevándosela por delante… un chistido persistente…con nota de cencerro…  acuchilla la apacibilidad del sueño. Y la...fantasía… empieza a trabajar animada por una fuerza nueva, y el pensamiento… mezcla la alegría a las vastas meditaciones…

Horas después, cuando un sol endeble fisgonea por el ventanal velado, esperando entrar con libertad, suena la alarma del reloj. ¿Y eso? De inmediato recuerda la presencia de su hija en el hogar. Es tiempo de ir al colegio. Se levanta medio dormido, para preparar el desayuno. Hoy no irá a trabajar, tiene el turno con la cirujana a las 11.30 horas. Ese encuentro lo inquieta.


Impaciente llega a la salita de espera. ¿Será la misma Hebe? Se sienta. No hay nadie a su alrededor. La puerta del consultorio está cerrada. Espera un poco. Adentro no se oyen ni voces ni movimientos. Se siente… preso de una exaltación incómoda… La curiosidad lo pone de pie y lo empuja… Un incontenible temor baila en las piernas Sabe que tiene una cuenta pendiente. Con puño blando castiga la madera. Segundos después el picaporte chilla y…


…un silencio tranquilo… zarco de crepúsculo… sorbe la intriga. “La Paletonta” lo recibe con su sonrisa metálica. Con impensado desenfreno tironea de su chaleco y lo conduce hacia la camilla. Lo recuesta. Luego se pierde tras un pequeño biombo. Y lentamente comienza a desnudarse. Célula a célula  va cayendo la vieja Hebe. Primero arroja los moños blancos. Después los horribles frenillos. Luego es el turno de los infaltables panchos. De los aborrecibles zoquetes. Del enorme delantal. Finalmente sale la nueva Hebe. Hermosa. Sensual. Delicada. Vibrante. Peligrosa. Admirable. Miguel estalla. Comienza a pedirle perdón por todas las travesuras juveniles. Por toda aquella maldad, que no fue más que estupidez... Rememora, así, cuando con el pretexto de sacarle algún cabello de la espalda le colocaba el cartelito con el “pegue que no duele”. Los cuernitos en las fotos de fin de curso. La bufanda enganchada a la silla. El viaje aéreo de la cartuchera y la desesperación de ella por quererla recuperar. Las arcadas que produjo aquel metacarpo (quien sabe de qué finado) que le sacara a su hermano mayor, el estudiante de medicina, para introducir en el lugar de la salchicha diaria... Pero el dedo de Hebe sobre los labios silencia el descargo. –Shhhh, tontito. No tengo nada que perdonar. Al contrario, te lo agradezco. Esos caramelitos de menta buscándome, para bien o para mal, me devolvían lo que el espejo me quitaba. Me daban la existencia. Tu mirada me sacaba de la invisibilidad…


-          Usted es Miguel, el pariente del doctor Vega ¿Verdad?

-          Ssssiiiii. El hermammmmano- un tartamudeo inusual aviva la torpeza y al tender la mano para el saludo hace caer la Parker que Hebe sostiene, la cual pierde su capuchón. Ella… cuya serenidad no se ha alterado, se agacha, recoge los pedazos de acero y con voz irónica… pregunta -¿nervioso?

Miguel inmóvil, a punto de recuperarse, con la boca entreabierta aún, la observa… No era tan grande en verdad, pero lo que le hacía  aparecer  tal le viera en la foto, debíase seguramente a la expresión de fuerza que manaba de su cuerpo…

-          Pero hombre, no se quede ahí. Pase, pase.

-          Hebe Cuffaro- …en sus ojos se adivinaban los caminos del mañana…-Hebe Cuffaro- repite, como susurrando, con aire seductor- ¿Te acordás de mí?-... No sé si por timidez o por respeto, deja caer la barbilla sobre el pecho, encerrando así la emoción…

…Ella míralo con un desprecio que suele llegar al cascotazo… Él, ya entero, prosigue.

-          Fuimos compañeros en el nacional de Quilmes.

-          Me temo que esté confundido. Yo estudié en Banfield- corrige con orgullosa arrogancia- tal vez ha cursado su secundario con una prima que vive en esa ciudad. Nuestros progenitores no han sido originales, nos dieron el nombre de nuestra abuela paterna.

-          Si… Claro…No podía ser… Ella era un poco rellenita- se apercibe, cauto.

-          Es. Casualmente vino esta mañana temprano. Está en tratamiento con un colega por los trastornos que le acarrea la obesidad. Pero, hablemos de su hernia. Supongo que es a eso a lo que vino.

Miguel enrojece. ¡Qué papelón! El mal cariz del cruce ha noqueado a su repentina beta de galán. Queda definitivamente aturdido. Perdido en la vergüenza por el resto del encuentro. Al salir, solo puede asegurar que debe volver en un mes. Y eso es, porque le ha dado una tarjeta con el turno anotado.

…Con la visión dentro alcanza las primeras veredas… sin lograr escapar de la telaraña del bochorno. Camina lento. Cabizbajo. Con las manos en los bolsillos y las pupilas fijas en la incredulidad. Va increpándose con fastidio mientras encoge y distiende los hombros una y otra vez. De pronto menea la cabeza, parece… como luchar con una idea demasiado grande… y dice en tono vivo: “qué triste es tener que reconocer que nada ha cambiado. La Paletonta sigue siendo gorda. Y yo, tan torpe y nabo como antes”. Al tiempo que una... voz aguada… comenta a su lado:

-          Parece medio pavote, ¿no?                                                                                                

                                                                                                                                         Marta Lucía Maldonado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario