miércoles, 20 de febrero de 2013

Silvia F. Salgado - El efímero mundo de los olores





Texto basado en “El  perfume”, de Patrick Süskind.




            En la familia Baldini la donación de nombre y apellido llevaba adosada en un pacto implícito el oficio de perfumista. La dedicación meticulosa y hasta obsesiva “por el mundo efímero de los olores” era el rasgo distintivo de los Baldini.
            Por lo menos ya tres generaciones de perfumistas de renombre habían poblado su árbol genealógico.
            Giuseppe Baldini, biznieto, era el encargado de mantener el desarrollo del emporio comercial fundado por sus ancestros. Para él no sólo se trataba de lograr la optimización de la venta de sus productos y de liderar la vanguardia en el campo de la belleza sublime de los aromas. Para Giuseppe lo primordial era encontrar la fragancia única, excelsa, que posibilite “el dominio del corazón y el alma de los hombres”.
            Algo así como una esencia que cautive e hipnotice a la humanidad. Ante ella se detendrían la corrupción de la carne y la vejez.
            Giuseppe, sesudo y reflexivo, trabajó horas y horas durante años, en la búsqueda de su fórmula, aquella que le permitiría el manejo de las pasiones atávicas.
            Su incipiente canosa cabellera, su porte elegante y su andar firme se presentificaban en sus laboratorios inspirando respeto y admiración.
            Metódicamente Giuseppe fue escogiendo a sus víctimas: jóvenes y bellísimas mujeres. Las adormecía, ejecutaba una pequeña e inocua perforación en la piel y extraía una porción de sus fluidos corporales. Luego los combinaba en diversas proporciones con almizcle, canela, espliego, vinagre y jazmín, creando así una pócima única, una esencia cautivante: Hypnose.
            Giuseppe colocó unas pequeñas gotas de la misma en su cuello, se miró ante el espejo: las canas, las arrugas y líneas de expresión habían desaparecido por completo.
            Después utilizó dicha fragancia en las mujeres, quienes también rejuvenecieron.
            El elixir afrodisíaco los envolvió en un frenesí. Los cuerpos se confundían unos con otros, las secreciones se mezclaban como fundiéndose con el Todo en un goce supremo. Lo dionisíaco imperaba allí.
            Actualmente Hypnose luce en su esférico envase de cristal, adornado por loussanges y dispuesto en un lugar central en el museo del imperio Baldini.
            Mientras tanto, en su oficina, Giuseppe, siempre jovial, sonríe, teniendo a su merced por los siglos de los siglos un eterno, joven y bello ejército de amantes.


                                                                                                                   

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