… Me
pareció haber visto un fantasma, una sombra, algo que pasa y es más una idea
que un ser; algo que me atraía con la fuerza de un remanso… Don
Segundo Sombra, cap. II.
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Parece
medio pavote, ¿no?
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Mirá hermano, estos estudios indican que hay
una hernia. Si bien es pequeña, sería conveniente no dejar pasar el tiempo. A veces el cuadro se puede complicar.
Te recomiendo ver a un cirujano para ultimar detalles, y así, a la vuelta de tu
viaje el quirófano te estará esperando. Si estás de acuerdo le digo a la
doctora Hebe Cuffaro que te reciba mañana mismo.
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¿Doctora…?
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¡Ay Dios! ¡Sí, doctora! ¿Cuándo vas a entender
que la capacidad y la dedicación no se llevan en los genitales. Te aseguro que
Cuffaro es una eminencia. Te entrego a las mejores manos. Ella es una amiga-
busca en un cajón- mirá cavernícola, este minón aunque parezca mentira, es
inteligente. Y además, atiende en esta misma clínica.
Camino a su casa, Miguel, luego de
haber conciliado la idea de confiar su cuerpo a un bisturí con faldas, repara
en el apellido de la facultativa. “Cuffaro. Cuffaro. Me suena. ¿De dónde lo
conozco?” Se pregunta con intriga. Pero el ringtone del celular le da recreo a
la memoria. Hola papi… ¿Puedo ir a quedarme unos días con vos?... Discutí con
mamá…Sí, dijo que me da permiso siempre y cuando vos no tengas
inconveniente…Después te cuento, ya sabés que a ella lo único que le importa es
su nuevo bebé…Sí, sí, mi hermanito…Buenísimo, gracias pa…Ok, voy para allá…Bye.
Tras cenar con su hija, quien ha
secuestrado la notebook al irse a la cama, enciende el televisor en Discovery
Channel. A las 22 horas, es el ciclo “cuando dos textos dialogan entre sí”,
conducido por la periodista y escritora Silvia Hopenhayn, quien lo atrapa en Canal (á). Esa noche
presenta en su mesa los 2 rostros del tape Burgos, el adolescente y el adulto.
Una charla, un análisis, un Piglia iluminando a Hegel “un hombre sólo es un ser
humano cuando es reconocido como tal por otro ser humano” y un Güiraldes que
demuestra que escapamos del infierno de la inexistencia, tanto, siendo amados como
despreciados. Un programa imperdible para su gusto. Un tema profundo que deja
algo picando en su interior.
Miguel sirve whisky en el vaso. Lo
saborea. Y,… sin pensamientos sigue la pequeña huella… De
pronto frunce… las cejas como
si se concentrara en un recuerdo… y una imagen, sepultada en el tiempo,
se perfila en el living. Es “la gorda” Hebe, la Paletonta, como él mismo la
bautizara. Ella le trae un pedazo de su
época de estudiante. “¡Pobre gorda, le hice las mil y una!” Y el paralelo se funda…zarandeando irreverentemente a sus pequeñas víctimas… “Como el
tape Burgos, en aquellos tiempos necesitaba ser tomado en cuenta. Y me la
agarraba con Hebe. Y la volvía loca. Con su vulnerabilidad yo crecía ante el
resto de la clase…satisfaciendo
con cruel inconsciencia de chico la maldad de los fuertes contra los débiles… ¡Cómo los
hacía reír! ¡Qué bien la pasábamos todos! Bueno, todos no. Cierto es que Hebe
muchas veces terminó llorando. Hebe Cuffaro ¡Cuffaro!” Y una vaga sospecha se
agazapa en su médula. “¿Será la misma? ¡Noooo! La gorda no pudo haber cambiado
tanto.
… la noche suele
ser traicionera y no hay que andar llevándosela por delante… un chistido
persistente…con nota de cencerro… acuchilla la apacibilidad del sueño. Y la...fantasía… empieza… a trabajar animada por una fuerza nueva, y el pensamiento… mezcla… la alegría a las vastas meditaciones…
Horas después, cuando un sol endeble fisgonea
por el ventanal velado, esperando entrar con libertad, suena la alarma del
reloj. ¿Y eso? De inmediato recuerda la presencia de su hija en el hogar. Es
tiempo de ir al colegio. Se levanta medio dormido, para preparar el desayuno. Hoy
no irá a trabajar, tiene el turno con la cirujana a las 11.30 horas. Ese
encuentro lo inquieta.
Impaciente llega a la salita de
espera. ¿Será la misma Hebe? Se sienta. No hay nadie a su alrededor. La puerta
del consultorio está cerrada. Espera un poco. Adentro no se oyen ni voces ni
movimientos. Se siente… preso de una
exaltación incómoda… La curiosidad lo pone de pie y lo empuja… Un incontenible temor baila en las piernas… Sabe que tiene una cuenta pendiente.
Con puño blando castiga la madera. Segundos después el picaporte chilla y…
…un silencio
tranquilo… zarco de crepúsculo… sorbe la intriga. “La Paletonta” lo recibe con
su sonrisa metálica. Con impensado desenfreno tironea de su chaleco y lo
conduce hacia la camilla. Lo recuesta. Luego se pierde tras un pequeño biombo.
Y lentamente comienza a desnudarse. Célula a célula va cayendo la vieja Hebe. Primero arroja los
moños blancos. Después los horribles frenillos. Luego es el turno de los
infaltables panchos. De los aborrecibles zoquetes. Del enorme delantal.
Finalmente sale la nueva Hebe. Hermosa. Sensual. Delicada. Vibrante. Peligrosa.
Admirable. Miguel estalla. Comienza a pedirle perdón por todas las travesuras juveniles.
Por toda aquella… maldad, que no fue más que estupidez... Rememora,
así, cuando con el pretexto de sacarle algún cabello de la espalda le colocaba
el cartelito con el “pegue que no duele”. Los cuernitos en las fotos de fin de
curso. La bufanda enganchada a la silla. El viaje aéreo de la cartuchera y la
desesperación de ella por quererla recuperar. Las arcadas que produjo aquel
metacarpo (quien sabe de qué finado) que le sacara a su hermano mayor, el
estudiante de medicina, para introducir en el lugar de la salchicha diaria...
Pero el dedo de Hebe sobre los labios silencia el descargo. –Shhhh, tontito. No
tengo nada que perdonar. Al contrario, te lo agradezco. Esos caramelitos de
menta buscándome, para bien o para mal, me devolvían lo que el espejo me
quitaba. Me daban la existencia. Tu mirada me sacaba de la invisibilidad…
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Usted es Miguel, el pariente del doctor Vega
¿Verdad?
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Ssssiiiii. El hermammmmano- un tartamudeo
inusual aviva la torpeza y al tender la mano para el saludo hace caer la Parker
que Hebe sostiene, la cual pierde su capuchón. Ella… cuya serenidad no se ha alterado, se agacha,
recoge los pedazos de acero y con voz irónica… pregunta -¿nervioso?
Miguel inmóvil, a punto de
recuperarse, con la boca entreabierta aún, la observa… No era tan grande en verdad, pero lo que le
hacía aparecer tal le viera en la foto, debíase seguramente a la expresión de fuerza
que manaba de su cuerpo…
-
Pero hombre, no se quede ahí. Pase, pase.
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Hebe Cuffaro- …en
sus ojos se adivinaban los caminos del mañana…-Hebe Cuffaro- repite, como susurrando,
con aire seductor- ¿Te acordás de mí?-... No sé si por
timidez o por respeto, deja caer la barbilla
sobre el pecho, encerrando así la emoción…
…Ella míralo
con un desprecio que suele llegar al cascotazo… Él, ya entero, prosigue.
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Fuimos compañeros en el nacional de Quilmes.
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Me temo que esté confundido. Yo estudié en
Banfield- corrige con orgullosa arrogancia- tal vez ha cursado su secundario
con una prima que vive en esa ciudad. Nuestros progenitores no han sido
originales, nos dieron el nombre de nuestra abuela paterna.
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Si… Claro…No podía ser… Ella era un poco
rellenita- se apercibe, cauto.
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Es. Casualmente vino esta mañana temprano.
Está en tratamiento con un colega por los trastornos que le acarrea la obesidad.
Pero, hablemos de su hernia. Supongo que es a eso a lo que vino.
Miguel enrojece. ¡Qué papelón! El mal
cariz del cruce ha noqueado a su repentina beta de galán. Queda definitivamente
aturdido. Perdido en la vergüenza por el resto del encuentro. Al salir, solo
puede asegurar que debe volver en un mes. Y eso es, porque le ha dado una
tarjeta con el turno anotado.
…Con la visión dentro alcanza
las primeras veredas… sin lograr escapar de la telaraña del
bochorno. Camina lento. Cabizbajo. Con las manos en los bolsillos y las pupilas
fijas en la incredulidad. Va increpándose con fastidio mientras encoge y
distiende los hombros una y otra vez. De pronto menea la cabeza, parece… como luchar con una idea demasiado grande… y dice en
tono vivo: “qué triste es tener que reconocer que nada ha cambiado. La Paletonta
sigue siendo gorda. Y yo, tan torpe y nabo como antes”. Al tiempo que una... voz aguada… comenta a
su lado:
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Parece medio
pavote, ¿no?
Marta Lucía Maldonado.