sábado, 28 de diciembre de 2013

Rita Berté - Mirada otoñal en la madrugada


La tribu donde había nacido Pacha, siempre relacionaba vida con la estación del año, sea para sembrar, cubrir los andenes de cultivo con paja, para disminuir los efectos de las heladas, para emprender largas caminatas en búsqueda y acopio de provisiones para el período invernal. Su sino estaba determinado desde el primer instante de vida, por los astros que se distribuían en el bordado manto nocturno. Desde que Pacha nació, tuvo necesidad de aprender los saberes que le trasmitieron oralmente, salvo para elegir mujer ¡Eso sí que fue complicado! Cuando se acercaba, huían. No entendía esa actitud descortés, hasta que una mañana divisó desde lo alto de un cerro una claridad que lo encegueció y se preguntó, si no estaba en presencia de algo caído del cielo. Antes de que el sol apareciera nuevamente en el horizonte se dirigió hacia ese lugar, caminó varios días hasta que llegó a un mundo diverso de donde estaba su choza. Sintió mojarse los pies, continuó la marcha, se fue hundiendo en una laguna y vio que otro ser lo observaba debajo del espejo de agua, se dio vuelta pero no había nadie a su alrededor, dirigió nuevamente la vista al espejo de agua y reapareció el desconocido visitante, observándolo. Pensó en lo fulero que era la naturaleza para con ese individuo, comenzó a moverse para atraparlo y sacarlo fuera del agua, pero continuos remolinos, desdibujaron la figura reflejada en el agua, todo el día repitiendo la misma operación, hasta que el cansancio y el frío le hizo desistir, su mirada en esa otoñal madrugada le enseñó que en realidad era su figura, la dibujada en el lago y salió despavorido, huyendo de la diabólica imagen abandonada en el lago.

Rita Berté - Era un barrio


Era un barrio en formación, como en pañales y rodeaba por el Sur el anillo de circunvalación de Rosario. Desde la autopista las casuchas, parecían a punto de desplomarse a tierra tal castillo de naipes, especialmente si soplaban fuertes ráfagas. Los materiales utilizados eran descartes, que en cómodas cuotas les iba proporcionando los habitantes de los alrededores. Así fue como el barrio comenzó a dibujarse tal damero multicolor, visibilizado desde la distancia. Allí estaba el hogar de Juanito Ríos, este vivía junto a hermanitos y su madre, ésta no logró darle un porvenir venturoso, era lo que había y a conformarse, pero él no cuestionaba para nada su destino. Por la mañana saltaba de la estrecha red, que hacía de cama compartida y junto a la madre salía a cirujear en rincones conocidos, donde manos caritativas dejaban, un vaso de leche, para calmar dolores estomacales, revolvían cajones en el Mercado de frutas y verduras, con la intensión de llenar la olla del puchero diario. ¡Negra perra la suerte del grupo! Más negra que el carbón utilizado por la madre de Juanito para hervir los alimentos. Ese día se le ocurrió llevar a casa un porta retrato con una vieja foto en la cual se veía sonriente a una pareja y la colgó en la pared presentable del cuartucho que ocupaban. Lo miraba y pensaba ¿Así sería su madre en el día de boda? Entonces la tomaba entre sus manos y se hacía cientos de preguntas ¿En qué lugar de este mundo caminaría su padre? Un día decidió sacar la foto del marco, quería acariciar con sus dedos los rostros. Grande fue la sorpresa, encontrar escrita una dirección. Al día siguiente de curioso fue en busca de ese lugar y desde ese entonces toda la familia desapareció de la villa, sin dejar rastro alguno. Solo después de unos años Juanito fue en busca de un recuerdo que quedó marcado a fuego en el corazón: Rosalía para que sea su compañera de ruta para el resto de sus días y la encontró con su carita aniñada pegada contra el vidrio, de la pequeña ventanita que la conectaba con el resto de las miradas. Rosalía le preguntó la causa de la ausencia de todos ellos, entonces Juanito le contó la historia, al llegar a la dirección que figuraba en el cuadro, correspondía a una casona antigua, cuyo dueño lo estaba esperando junto a su esposa inválida, aquel matrimonio tenían cifrada la esperanza en que alguna persona se acercaría hasta ellos y como no habían tenido hijos, tenían necesidad de compañía… Juanito, hermanos y madre fueron lo que ellos necesitaban y en compensación les dejaron sus bienes.

Aroma, sonido, color

El canto de los pájaros despertaron a Daniela antes del amanecer con continuos gorgojeos. La estaban recibiendo en su entorno natural, dándole el bautismo de bienvenida con homenaje musical incluido, huésped de “Las Cabañas en su Salsa” situado en pleno bosque tropical, en la provincia de Salta. Aún acostada en su cama, no se animaba a interrumpir el concierto escuchado, era mucha la emoción contenida, ya se imaginaba usando el binocular ubicado en las casillas de visualización en lo alto de los árboles. Observando hábitos nidificación, apareamientos y alimentación de pichones. Jamás había pernoctado en una posada en medio del bosque, se había preparado durante muchísimos años estudiando Biología, especializándose en ornitología, deseaba poder llegar a investigar mucho y poder contribuir a la ciencia. Por fin se había cumplido su anhelado sueño, luego de ingentes sacrificios ahorrando peso a peso para adquirir pasajes y pagar hospedaje. ¡Pensar que pasaría 30 días allí! Era difícil de interpretar la emoción que le embargaba. Se levantó con mucho sigilo y con su larga vista intentó visualizar, con las primeras luces del alba las elegantes siluetas que le devolvían los lentes. También comenzó a disfrutar de la cercanía del bosque que la rodeaba, se veía totalmente empequeñecida, ante tanta magnificencia de la masa vegetal con sus gigantescas arboledas de toda graduación de tonos, entrelazadas con elegancia había enredaderas, lianas, parasitas y epifitas. En algún momento pensó que llegaría a descubrir nuevas especies, tan grande su autoestima, que se sentía en lo más alto del pedestal científico. Se vio caminando por estrechos senderos envuelta en la maraña. Apenas le llegaban tenues rayos del sol, de la gran espesura imperante y por breves momentos, llegaba a ver el celeste cielo. El lugar elegido era de lo más natural, poco modificado por el hombre y estaba orgullosa con el equipo de ropa especialmente adquirido. Que más le podía pedir a la vida, si todo aquello que deseaba se le había hecho realidad. De golpe, escuchó un estridente grito: la estaban llamando, era la voz de su madre, ¿Qué haría en el medio del bosque? Seguía sin entender nada, algo estaba funcionando mal. Sintió gritos más fuertes, le parecía que le estaban pisando los talones y luego que le estaban sacudiendo el cuerpo todo, “Daniela despiértate por favor se enfría el almuerzo. Hoy cociné lo que tanto te gusta ravioles con salsa de tomates, ya está toda la familia sentada a la mesa ¡Solo faltas vos, por favor apúrate! Papá y tus hermanos están con mucho apetito esperando tu presencia”………….. Rita Berté

domingo, 22 de diciembre de 2013

Sueño, Susana Abbatantuono

                                              



      El Semáforo se puso en rojo y el auto detuvo su marcha. El hombre en su interior, bostezó. Últimamente le costaba dormir, por eso comenzó a tomar ansiolíticos.
    Desde tiempo atrás, la vida de Alejo se había vuelto caótica y solo encontraba paz y calma en el sueño,   por eso, dormir era lo mas importante!
  El sueño es parecido a la muerte, es la desconexión con todo lo real.
  Era un solitario, silencioso, atrapado en sus problemas.

 Estaba llegando, las calles estaban oscuras, un nuevo corte, reflexionó, paró el coche ante la puerta de la cochera con las luces encendidas para poder abrir.
 De pronto una ráfaga casi imperceptible, y una infinita clama que se parece tanto al sueño!…


                                   

domingo, 8 de diciembre de 2013

Susana Abbatantuono - Aprobación materna

                           





                                        APROBACION MATERNA

  Necesitaba la aprobación de su madre, para poder armar su futuro. Por eso la invitación de esa tarde era crucial, no solo porque estaba enamorado, sino porque su madre, a diferencia de otras veces,  participaría del encuentro a la hora del te.
   La anciana, presidia la mesa coquetamente preparada, envuelta en un traje sastre color café, y con el cabello ralo, recogido en un rodete.
   Justo a tiempo, el timbre precedió la entrada de la joven, con un hermoso ramo en la mano.
  El encuentro entre ambas  mujeres,  fue realmente  desagradable, y creo una nueva frustración  para el hijo…
  Días mas tarde en un allanamiento por la desaparición de la joven, la policía, la encontró acomodada en la mesa del te, sin cabeza, frente a una anciana momificada.

                      



viernes, 29 de noviembre de 2013

Margarita Rodríguez - Ciudad



Tarde gris, invierno en la piel. Las suelas pegándose al chirle de las baldosas y un aire frio que se abre paso hasta los huesos.
En el bondi, una cumbia villera dispersa mi atención, obligándome a cerrar la edición de Orsai que pensaba ojear durante el viaje. Me pongo los auriculares para neutralizar el ruido pero no lo logro. La realidad se me impone a pesar de mi tendencia al aislamiento.
Las frenadas y los bocinazos tampoco ayudan a concentrarme en mi soledad. Miro a mi alrededor, parece ser que a nadie lo molesta nada, y el display de Infobae, empecinado en obligarme a tragar las noticias del momento.

Todo es ruin, todo es cruel. Anónima, en medio de tanto anonimato que mira sin ver. Nadie te dirige la palabra, ni siquiera por cortesía; ni un “permiso”, ni un “disculpe”, ni un “gracias”. Cartelitos de “no moleste” en las frentes, ni siquiera las rayas de la camisa dibujadas en la piel. ¿Dónde están las banderitas de taxi libre a la espera del abordaje amistoso, que me indiquen que hoy valió la pena salir a la calle y regresar trayendo un ramo de flores de Bachín en las manos y mariposas en el corazón?

domingo, 17 de noviembre de 2013

VIDA TOMADA

VIDA TOMADA Por más que intente olvidar, retorno al mismo punto de partida, Macoco vivía frente a nuestra casa, era unos años mayor que yo y no me agradaba mucho su manera de ser. Desde mi adolescencia notaba que me miraba de una manera insistente, no lograba entender la razón. Al entrar a casa me observaba en el espejo, quería descubrir algún defecto, algo raro en la ropa o el cabello, pero siempre me devolvía una imagen normal, nada fuera de lo común y cuestionaba el comportamiento de él. Empecé la secundaria, no me sobraba tiempo para pensar si Macoco seguía sentado en el umbral de la casa, el no iba a la escuela, por lo tanto tenía tiempo de sobra. Yo pensaba que si consiguiera trabajo comenzaría a tener otra manera de utilizar la jornada. Al tiempo, se cumplieron mis deseos, ya casi no se quedaba en la vereda, lo veía de casualidad salir presuroso hacia la calle 13, seguramente iría a tomar el colectivo. Cuando estaba en cuarto año, vi que fue a vivir con él una ex compañera mía de la primaria, habían formado pareja. Al poco tiempo tuvieron dos hijos y ya Macoco no se sentaba en el umbral de la casa. Debía correr aproximadamente el año 1974, cuando se escucharon gritos desgarradores, golpes en la puerta de su casa, vinieron militares, que en una acción comando se llevaron a Macoco en el baúl del Ford falcón verde. Nunca más se supo de él. A partir de ese instante me habré sentido libre, independiente, sin ataduras de caminar por la cuadra” …… Pero un sabor amargo me invadió frente a tanta impunidad : “Una vida tomada” Berté Rita

sábado, 2 de noviembre de 2013

Esta nuestra verdadera historia- Berté Rita

Ustedes dirán ¿y a nosotros qué?, a nosotros no nos compete, ni afecta, esto es vuestra mochila. Pero es la que yo vengo cargando desde hace años, desde el confín de mis primeros pasos por este mundo, quizás antes de que tenga uso de razón y me dolió darme cuenta de que ya no volvería a vivir como lo había hecho hasta entonces. La abuela no tocaría jamás la puerta de casa ni abriría los brazos para rodearnos, darnos un ruidoso beso en la frente y decirnos musicales palabras como solo ella sabía, extrañaríamos la llegada del tío cura, de carismática, distante mirada hacia sus sobrinas y tan confianzuda para con sus sobrinos. Ya no vendría más la befana los seis de enero a dejarnos las tan codiciadas sorpresas, ni jugaríamos en el patio del frente de nuestra casa los primeros de noviembre, día de los muertos, no tiraríamos por lo alto dulces alegóricos y verlos caer contra las baldosas hechos trizas, para recién allí abrir los paquetitos que contenían esas codiciadas figuras y saborearlas. Por más que esperara ya no volverían esos días en que papá, cargándome en su bicicleta, me llevara a ver como recolectaban las deliciosas moras o cerezas, previo tendido bajo del umbroso árbol de una gran sabana, para que contenga la exquisita carga que caía al más mínimo movimiento de las ramas. No iríamos más a hacer las divertidas caminatas a lo largo de la amplia marina Garibaldi, que se extiende en gran parte de mi ciudad natal Milazzo, ni correríamos junto a nuestros hermanos a ver quien llegaba antes frente a la casa de la abuela materna, para recibir como premio un chocolatín. Ya no volveríamos a entrar a nuestra casa, ni corretear en torno a la mesa del gran comedor, ni sentarnos más en los mullidos sillones del living, ni ver desde la cocina los jazmines que pendían, ni treparíamos jamás a la higuera del fondo para comer a escondidas los higos maduros. Tampoco volveríamos a tener una tarde de sano disfrute familiar, de las claras aguas del mar Mediterráneo. Ese sabor a sal, con suave y adormecedor oleaje y refrescante brisa en los calurosos días del estío, playa de piedritas de colores, que nos hacía jugar con nuestros hermanitos, para ver quien conseguía la más brillante, colorida, grande y llamativa y correr presuroso a mostrarle a mamá, que distendida conversaba con papá, cerca nuestro y como nunca los volvería a ver. Desde hace años me invaden imágenes, vivencias, voces, gritos, llantos y a veces también risas. ¡Qué fatal es el desarraigo de cualquier núcleo familiar, cuantos duelos es necesario hacer para que nuestro espíritu viva en paz con uno mismo! Creo que a quien no ha pasado por este trance, no tiene ni la más pálida idea de lo que es sufrir, amar y odiar al mismo tiempo, sentir resentimientos, peleas y furias ¿A qué cosa? si, a cosas que uno tiene guardado en el interior y salen a pasear de la mente y juegan al tira y afloje, para ver cuales salen fortalecidas. Cuantos recuerdos, olores y sabores, quedaron guardados en el fondo de mí ser, que afloraron en charlas, o textos que fueron calmando tanta angustia contenida en lo más hondo del tiempo. Los fui desgranando de a poco, como quien no quiere ser vista y pasar inadvertida, con timidez al comienzo y a borbotones después, saboreándolos, gustosamente o doliéndome como un parto, al darme cuenta que no tenía porque sentirme mal, ni vergüenza de que otros conocieran mi origen y mi historia. ¡Si, con franqueza, tenía deseos de contarla o leerla algún día! Vida de inmigrante, dura, difícil para su integración a una sociedad que funciona de otra manera, con otros parámetros y reglas, costumbres, idioma, música, ciudades, idiosincrasia, forma de pensar, festividades, actos escolares, próceres... Con mis cinco añitos indudablemente no me pude adaptar rápidamente, me sentía humillada y segregada a pesar de que el color de mi piel y credo coincidía al de la mayoría de los habitantes de este país. Muchos dirán -es mentira-, pero sí me sentí aislada en mi infancia y adolescencia, quizá culpa de que mis mayores no supieron como canalizar mis ansiedades, para que esa brecha desapareciera Fue necesario ir a la facultad, para que me hiciera perder de a poco ese pesado lastre que aun llevaba a cuestas. Triste y cruel verdad que guardé conmigo, parecía que decir que era italiana, era mala palabra, y si se enteraban que era siciliana: peor, era como sentir que mil ojos se posaban en mí señalándome y culpándome de delincuencia y mafia. Después de pisar Sicilia con cuarenta y ocho años de ausencia de mi tierra natal, que mirada diferente tengo de la isla más grande de Italia y de todo el Mediterráneo. Isla codiciada por casi todas las civilizaciones que navegaron sus mares, lugar apreciado por ser un enclave para la dominación y donde dejaron como herencia sus improntas en Castillos, teatros griegos-romanos, con reminiscencias sarracenas, castellanas, francesas. Museos que deleitan la vista y te llenan de un bagaje cultural maravilloso y pensar “yo no lo sabía” como para poder defenestrar a quienes me atormentaban. Circos y teatros que hoy son visitados por miles de turistas de todo el mundo cada día, verlos felices de compartir esa milenaria cultura, valorar ese incalculable material que atesoran esas obras de arte tan cuidadas, que van siendo desenterradas y desempolvadas con pincelitos, como si fueran bebés a los que van acariciando los arqueólogos, como verdaderas reliquias que son y para que puedan ser admiradas por miles de años más y “yo no lo sabía”. Quisiera tratar de recordar ese triste y emotivo instante cuando mamá, le contó a la abuela y a los tíos que nos iríamos a vivir muy lejos y para siempre, tan lejos como pensar de que no nos veríamos más, que no nos escucharíamos, abrazaríamos, ni jugaríamos más con los primos, tíos, abuela, no compartiríamos la gran mesa familiar, no habría navidades, ni fin de años, ni cumpleaños, ni santos, ni aniversarios, ni festividades religiosas, ni ir al puerto, ni marina Garibaldi, ni playa, ni ir a juntar moras, ni ir en bicicleta con papá a Santa Marina, donde se encontraba la iglesia destinada a servir nuestro tío, ni amistades, ni escuchar ese dulce idioma nativo. También tuve curiosidad de retornar a Génova, ese gran puerto italiano, mudo testigo de tantas partidas, de tantas separaciones de seres queridos, los unos que quedaban en los muelles, escuchando los ensordecedores rugidos de las sirenas de los barcos alejándose, hasta ver desaparecer sus imágenes en el fondo del horizonte y los otros desde las embarcaciones ver como se desdibujaban en la distancia, las imágenes de miles de rostros y brazos, que con los pañuelos en alto despidiéndose desde el muelle a sus más caros seres familiares. Puerto de fantasías, de frustraciones y desencuentros, tus paredes oscuras, tus barcos, tus museos, me trajeron reminiscencias de la niñez, quisiera sentirme cobijada en tus brazos madre, pero estoy parada junto a mi esposo y me aferro a él, para que los transeúntes no invadan, ni perturben en ese instante mi congoja. ¿Cómo habrá sido ese penoso viaje hasta Génova? En estos momentos tengo entre mis manos la foto familiar, sacada en ocasión del pronto viaje de nuestro padre a Argentina, de esta forma se llevaría junto a el, la última imagen de esa familia que había formado y que extrañaría tanto en la distancia y trabajaría tremendamente, para poder reunirse con ella al año siguiente. Miro y remiro, esa fotografía, quisiera entrar en ella, quedarme dentro y hacer que recobre vida, revivir siquiera un instante, de esos momentos vividos, pienso en como mamá nos vestía tan pulcramente y primorosamente, ella también tan arreglada, que solo después de muchos años recuperó esa forma de estar tan bien, papa impecable de traje, corbata y que solemnemente reservaba, a ocasiones extraordinarias Quisiera decirte querido padre, que me escuches y vuelvas a analizar siquiera una vez más este tremendo paso al abismo que estas por dar, que todo lo vivido desde que has nacido, lo perderás como un soplido del viento, tu trabajo, clientes, casa, barrio, pueblo, amistades, parientes, habrá arrepentimiento, sinsabores, sacrificios, mucha pena y pesares. ¿Valdrá la pena alejarse tanto de tus más caros ensueños?, te irás muy lejos, y nos llevarás contigo y ese pesado lastre que dejas en tu suelo, ¿Quién podrá tomarlo y alivianarlo tirando una a una cada amargura? Inclusive creo que no pensaste ni presagiaste las noches de insomnio que vendrían y los gruesos nubarrones que aparecerían en tu relación con mamá. Tampoco imaginaste el terrible esfuerzo de llevar adelante el hogar, sin el aporte valioso que era la ayuda de la abuela y del tío cura, respecto a la familia numerosa que formaste. Inocentemente creíste que tus familiares ya establecidos aquí, te darían una mano, pero en cambio fuimos recibidos con frialdad o seguramente los problemas de ellos no dejaban ningún vestigio de acercamiento, lo cual dificultó todo lo que tenías planeado. Viaje a lo incierto, realidad desconocida, dura fue por donde se mire, pero esa titánica aventura, la hiciste, fue posible y repetida por innumerables connacionales tuyos, de los más remotos parajes europeos, esa diáspora por mejorar la condición de vida post- segunda guerra mundial, ¡cuántas lagrimas habrá gastado, cuántas angustias contenidas! Quien no estuvo sometido a esa vorágine, no puede siquiera pensar en los momentos difíciles de vivir, adaptarse, sobrevivir. No fue destapar una botella y probar un vino. Cada día que pasó fue un parto nuevo, un escalón mayor de adaptación, de aceptación social y eso fue mucho decir, lograr esa tan anhelada tranquilidad espiritual. Papá, había viajado a Argentina un año antes, había venido a abrir camino, dejando a mama, embarazada, de su quinto vástago, y que él había conocido por fotografías. Esta nuestra historia, como la de tantos que cruzaron ese gran océano, ¿En busca de qué? Mejor bienestar, una tierra de paz, ya que en Europa acababa de terminar una larga guerra, de trabajo que escaseaba en ese instante, sin pensar de que prontamente necesitarían de sus brazos para la reconstrucción de lo destruido. El tenía un buen oficio y mucha necesidad de él había en este país que lo recibió y en el que dejó. ¿Pero pensó en todas los duelos dejados a sus espaldas y las consecuencias posteriores? yo creo que no logró medir las perdidas sentimentales, emotivas, seguramente las ganancias le hicieron dar semejante paso. Desde años atrás trato de analizar este aspecto de todo núcleo familiar, arrancado y trasplantado, a otro espacio y tiempo. Hubo un sufrimiento de más de una generación, hasta disminuir tensiones, inclusive no siempre las nuevas familias que formaron los descendientes, lograron el equilibrio deseado, hay una pesada carga que no es fácil de visualizar y despojarse, no hay tanta paciencia para resolver cuestiones. Creo que las personas formadas en núcleos con ancestros arraigados, tienen más afianzadas su pertenencia, no sueñan con el regreso, que es duro y difícil, pues no te abrieron los brazos, uno “ya fue”, como dicen los jóvenes, este es tu nuevo lugar, en un momento fuiste el “tano” pero si regresas serás “el sudaca” ¿Eres o no de aquí y o de allá? Difícil discernir esta situación y lo mejor, con la tranquilidad de un budista, suspirar hondo y aceptar lo que mis mayores, pensaron, decidieron, desafiaron, hicieron, sufrieron, amaron, asumieron, aceptaron, lloraron por ellos y por sus hijos, y yo a los cinco años no lo sabía, el tiempo me fue dando respuestas a infinidad de interrogantes que me acompañarán, hasta el último aliento de vida.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Susana Abbatantuono, Rutina, pura rutina



        
     Las ocho en punto, y entre chirridos, la persiana de la barbería, abre sus puertas como todos los días.
     Ocho y un minuto, llega Juan Cristóbal, saluda con un gesto, saca de una bolsa su chaqueta impecablemente planchada, y después de ponérsela, acomoda los utensilios de trabajo, peines, cepillos, distintas tijeras y la navaja.
     Minutos más tarde comienzan a entrar los clientes, algunos habituales, otros que están de paso; se mezclan las charlas: debates de política, de football, y los chismes de barrio que nunca faltan.
     A las doce en punto, como de costumbre, Juan Cristóbal va al cuarto de atrás, almuerza un pebete de jamón y queso, su botella de agua, para luego fumarse con fruición un cigarrillo, mirando las volutas de humo haciendo círculos en el aire. Doce y media vuelve al trabajo; mas clientes, mas charlas, ¡rutina, pura rutina!. Cerca de las seis entra don Pedro, éste es el cliente que mas fastidio le causa a Juan.
_ Hola Juanito, cortame vos.
¡Que pesado! Don Pedro es insoportable, pendenciero y criticón, nada le viene bien: que si la patilla le queda corta, o mucho pelo arriba, que muy corto abajo…
     Termina de cortarle y como siempre:
_ Juanito, ya me dejaste la patilla muy corta, bueno, ¿Qué se le va a hacer? Ahora afeitame.
     Juan Cristóbal odia que le llame Juanito, se miró al espejo, su frente surcada por arrugas, su gesto adusto, y el ceño siempre fruncido. Toma la navaja y con suma habilidad corta el cuello del viejo, de izquierda a derecha, la capa se tiñe de rojo... 
Juan vuelve a mirarse al espejo, sonríe, ¡rutina, pura rutina!
                             

martes, 15 de octubre de 2013

Margarita Rodríguez - La prueba


Cuando el avión despegó Marilú supo que hacía lo correcto. Los problemas de comunicación entre sus padres tendrían que resolverlos ellos. Nunca entendieron nada de lo que a ella le estaba pasando. No entendieron porqué en lugar de la fiesta de quince prefirió que le abran una cuenta en el banco. Tampoco quiso ir al viaje de egresados, aunque se había graduado con todos los honores y les había prometido que iba a ir a la universidad, pero que primero quería encontrarse a sí misma.
_ Pero ¿Acaso no sabés quien sos?  Le dijo una vez el padre en una de las pocas charlas que tenían a la hora de la cena. Y esto era porque él, en lugar de la sobremesa familiar, prefería ir al café a charlar con los amigos. Ahí se sentía a sus anchas. Solo Casissa lo fastidiaba un poco.
Con la madre el diálogo no era mejor. En respuestas a sus inquietudes existenciales, repetía con férrea convicción, como todo argumento, las palabras del cura de la parroquia del barrio. Un polaco dogmático que había llegado cinco años atrás, después de que al padre Enrique le dieran otro destino.
Se sentía a gusto con Luisina, su mejor amiga. La experiencia de caminar sobre el agua les abrió a ambas la cabeza y el corazón. Dos veces por semana iban a la villa que está al otro lado de las vías a dar apoyo escolar y los fines de semana organizaban quermeses y colectas para ayudar a los más necesitados.
Alimentaba a los perros y gatos callejeros. Ella misma se encargaba de quitarles los gusanos de las heridas purulentas y bañar a los que tenían sarna. La madre le había prohibido llevar los animalitos a su casa ¡Faltaba más, con la fobia que le tenía a las pestes! Entonces  se las ingenió para hacerles un refugio en un baldío. Consiguió sensibilizar a algunos vecinos, Rosario es un lugar de gente sensible. Admiraban que alguien tan joven pudiera encausar sus sentimientos solidarios, hacía falta un líder que tomara  la iniciativa.
Roberto temía que Marilú se hiciera monja, y  así se lo hizo saber una vez a su mujer:
_ Susana, te fijaste cómo la nena se lo pasa leyendo la Biblia. No estará pensando en tomar los hábitos?
A la esposa la asaltaron pensamientos contradictorios. Por un lado estaba tranquila porque su hija adolescente, entretenida en estas actividades sociales, no la trastornaba tanto como las hijas de algunas vecinas que empezaban a ponerse de novia, salían de noche, conocían gente, se tatuaban, usaban “pearcings” y todas esas modas alocadas propias de la rebeldía juvenil. Ella no, era tan madura, tan centrada, tan a gusto consigo misma haciendo el bien a los demás que, a pesar de algunas excentricidades,  no le provocaba grandes disgustos  “¡Pero de ahí a hacerse monja…!”
Cierto que Marilú leía mucho la Biblia, pero la encontraba llena de contradicciones, y el padre Enrique estaba tan lejos…!  Al principio conversaba mucho con su catequista, la visitaba con frecuencia. Pero la pobre mujer comenzó a tener problemas articulares. Ya casi no podía caminar, vivía recluida en su casa intoxicada con corticoides y calmantes para poder dormir.
Empezó a incursionar en otras filosofías, se interesó por la metafísica. Paralelamente le atraía mucho la ciencia, posiblemente la medicina. Pero creía que antes de aprender a curar el cuerpo tenía que aprender a sanar el alma.

La única que la apoyaba incondicionalmente era Luisina, a quien le hubiera gustado emprender el peregrinaje junto a su amiga, pero tenía que ayudar a la madre a atender el kiosco, un emprendimiento extra, ya que con una sola entrada no cubrían las necesidades de la familia. Entonces se conformó con esperarla y compartir la experiencia del aprendizaje que, seguramente, Mari le transmitiría a su vuelta de la India.

Rita Berté - Alejarse de todo



Sintió necesidad de alejarse de todo

Que la conectara con lo ya vivido.

Mirar hacia adentro de su cuerpo crecido,

Su mente, su alma, familia y conocidos.

Adentrarse en un mundo donde no existan pasiones,

Que solo predominen la luz, los colores.

Sentir el correr del agua cristalina,

Escuchar el cantar de todas las aves,

Ver caer las hojas de sauces llorones

Sobre las orillas de saltarines arroyos.

Darse cuenta  del silencio de voces humanas

Que la invaden toda y atormentan.

Descubrirse renaciendo en esa armonía

Que formó su ente y le hace compañía

De aquí en adelante, en todos sus días,


En todas las horas que le resten de vida

domingo, 13 de octubre de 2013

Susana Abbatantuono - Llovizna




  ¡Que mañana de porquería! pensó, la llovizna pone el pavimento como chocolate, hay que manejar con veinte ojos.
    El colectivo frenó de golpe tras pasar el semáforo en rojo, y “el Coco” clavó el freno, pero no pudo evitar que la bici se deslizara hasta quedar bajo las ruedas de un camión...
   ¡Que mañana de porquería! Pensó...

                                                   

miércoles, 9 de octubre de 2013

Susana Abbatantuono - Se quedó pensando





Hacía la cama y pensaba, ¡que pesadez la rutina!!
        Tender camas, limpiar, cocinar, lavar, planchar!!
   Soñaba con tener quien hiciera todo, y al fin lo había logrado.
   Cocinera, mucama, y también alguien que empuja su silla y la acuesta...

martes, 1 de octubre de 2013

Margarita Rodríguez - Desde la combi



Las flores amarillas de los lirios que tapizan el bañado asomaban tímidamente anunciando el comienzo de la primavera. En pocos días, los botones de oro se multiplicarían destacando sobre el verde del alto follaje.
Sobre  la autopista Marcela llenaba sus pulmones con el aire que trae la brisa del rio, a través de la ventanilla abierta de la combi, antes de sumergirse en el caos de la gran ciudad.
Sus pensamientos  se perdían  en el paisaje modesto del sur. Algunos ceibos, con sus flores como lágrimas de sangre, emergían  entre la espesura de los lirios. Más allá una barrera,  impenetrable a las miradas, de sauces, encinas y espinillos anunciaba  la proximidad de la costa.
El departamento que alquila en Berazategui, al fondo de un largo pasillo, con un patiecito interno de dos por dos, le brinda una escasa luz natural. Sin embargo ella se las ingenia para cultivar sus  plantas en macetas estratégicamente colocadas en ese pequeño cubo de cemento.  Ama la naturaleza y en el  trayecto diario hasta su trabajo se permite disfrutarla.
Una mañana su rutinario  viaje se vio alterado por algo que la estremeció. Las maquinarias llegaron sin previo aviso. El ruidoso ajetreo de topadoras y palas mecánicas vomitando toneladas de tierra estaban desbastando  aquel  lugar. La construcción  de un seguro y coqueto barrio privado estaba comenzando.
 Solo era el comienzo, pero semejante comienzo daba poco lugar a dudas sobre el resultado final. Marcela estaba informada y sabía que esta tendencia crecía en detrimento de la flora y fauna autóctona ya que muy pocas veces se tenía en cuenta el impacto ambiental a la hora de realizar pingües negocios inmobiliarios.
Sintió que la vasta hondonada  que bordea la autopista dejaría de ser un deleite a los ojos de muchos   para ser el disfrute de unos pocos. Y la invadió la tristeza.


jueves, 26 de septiembre de 2013

Susana Abbatantuono, Capricho real

                                      



                                              CAPRICHO REAL

  Era la doncella elegida para complacer al monarca.
  Llegó al aposento real custodiada por  guardias .
  El soberano la esperaba acostado en su cama. El abdomen de un blanco lechoso, sobresalía desmesuradamente de las sábanas de seda, que le tapaban hasta la cintura.
  En el rostro cubierto por una espesa barba roja, se reflejaba su lujuria.
Le ordenó calmadamente,  pero con firmeza que se desnudara lentamente.

  Ella comenzó con timidez pero a la vez sensualmente,  dejando caer prenda por prenda al piso.

  El monarca hacía movimientos con sus manos debajo de las sábanas, y cuando finalmente llegó al éxtasis, ordenó a la joven que doncella que se retirara.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Margarita Rodríguez - El duende



Los chicos corrían por toda la casa haciendo travesuras. La madre, para calmarlos, les prometió que si se portaban bien, cuando baje el sol, vendría el duende a dejarles golosinas en el jardín.
Como les quedaba un largo día por delante, les asignó algunas tareas: Juancito debía recoger los huevos del gallinero; Lucas barrer las hojas del jardín y María ordeñar la vaca.
Los varones, que eran más traviesos, se confabularon para espiar al duende, apoderarse rápido de las golosinas y así, eludiendo a su hermana, tendrían más para ellos.
Luego de las tareas asignadas por su mamá, debían concluir las tareas escolares. Como los niños seguían confabulando, esto les llevó toda la mañana. María, muy concentrada, terminó sus deberes con facilidad y se dirigió a la cocina. La madre estaba preparando unas exquisitas confituras con las que sorprendería a sus hijos al atardecer. Entonces, para que la niña no se diera cuenta de lo que estaba haciendo, le pidió que ayudara a los hermanos con sus deberes y, obediente, así lo hizo.
Cuando terminó de ayudar a sus hermanos volvió a la cocina. La madre escondió rápidamente las golosinas recién horneadas en una caja y la guardó en la parte alta de la alacena. Pero, en el apuro, se deslizó la hoja con la receta al piso. María la recogió y leyó con curiosidad, luego la guardó.
Partieron los tres para la escuela. Entre corridas y risotadas, Juan y Lucas iban pateando piedras y cuanto encontraban en el camino. María para no ser golpeada caminaba detrás, entreteniéndose con la lectura de la receta que, distraída, había guardado en su bolsillo.
Al regresar, luego de la merienda, la madre les preguntó cómo se habían portado. Todos respondieron que muy bien y los varones, con la escusa de ir a jugar, salieron al jardín a espiar la llegada del duende. Pero la madre ya había escondido las golosinas más temprano. Como todavía faltaba bastante para el atardecer, María le pidió permiso para practicar una receta. Recomendándole que lo hiciera con cuidado, accedió y se retiró a ordenar las habitaciones.
La niña puso en práctica lo que había estudiado en el camino y preparó un montón de excelentes  confituras.
Al anochecer, cuando tuvieron el permiso para revisar el jardín, Lucas y Juan encontraron fácilmente las golosinas que la madre había ocultado a medias detrás de unos arbustos. María estaba tan entretenida en la cocina que tardó en salir al jardín. Ambos varones se repartieron rápidamente el botín y se lo comieron antes de que llegara su hermana.

Pero, ante el asombro de los hermanos, ésta apareció con una fuente repleta con las mismas golosinas que gustosa compartió con toda su familia.

sábado, 7 de septiembre de 2013

Rita Berte - La tua figura



Guardo la tua figura riflessa
nell acqua chiara dell fiume
i tuoi occhi chercano
di allinearsi con i miei
quando succede, é come se
tutto il fuoco della gioventú
fuggesse da te ed arrivasse súbito a me.
Antichi tempi pieni di fulgore
Ora momenti di serena armonía.
Allora prendi le mie mani
Le bacci forte fortísimo
come volendo ritenere, quel tempo passato
insieme al calore del nostro abraccio

lunes, 2 de septiembre de 2013

Susana Abbatantuono, La mudanza

                                         




                                          LA MUDANZA

Habían esperado mucho tiempo por esa mudanza. Al fin tenían la casa de sus sueños.
Ese día Victoria llegó  junto a su niño, con todas las cosas muy temprano. Mauro estaba de viaje de negocios, así que ella tendría tiempo para poner orden y sorprenderlo.
 Empezó con el cuarto de Bauti, quien  colaboraba muy entusiasmado, desarmaron cajas de juguetes, armó la compu y enchufó la tele, para que estuviera entretenido.
La ilusión la cargaba de energía y todo iba quedando acomodado. Se acercó para ver a su hijo, quien conversaba animadamente con los juguetes.
Suspendió las labores para comer y ya en la noche, se preparó para ver una película con Bautista quien se reía y conversaba, tras su pregunta, respondió que estaba jugando con su nuevo amigo...
Vieron tele por un rato y a dormir.
Se levantó a las ocho y siguió con su labor, Mauro regresaría al día siguiente, y quería que todo estuviera en su lugar.
Bauti jugó casi todo el día en su habitación, y ella terminó de arreglarlo todo. Después de la cena, dejó a su hijo viendo un libro y se dispuso a bañarse.
Bautista llamó _Mamá_ y nadie respondió, nuevamente _ mamáá!_ y una vos de ultratumba contestó:
_no hay mamá!
Y la puerta se cerró de golpe...

Mauro regresó temprano, subió llamando a su familia, y encontró al niño aterrorizado debajo de la cama, y en el baño, Victoria muerta en la bañera con el secador en el agua...

                      


Margarita Rodríguez - Había muerto cuarenta años atrás



¡Hola! Sentate, vení. Sentate a mi lado. Hace mucho que no hablamos. ¿Cómo encontraste este lugar? Está un poco alejado, pero en casa ya no se podía estar más. No nos dejaban hablar tranquilos. Decían que asustamos a los chicos, ¡Que locura!
Acá me cuidan, no me gritan tanto ni pierden la paciencia cómo en casa. Dentro de un rato la enfermera vendrá y apagará la luz para que pueda dormir.  Vení, paseemos por el parque, como siempre. La noche está fresca pero hay una luna hermosa.
El domingo vinieron a buscarme. Si, ya sé que estabas de viaje, ¡Siempre tan ocupado vos!
¡Qué paseo raro! Me llevaron a un cementerio y nos acercamos a una lápida. Los chicos pusieron unas flores y Martita suspiraba.
No me gustan esos paseos, son tristes. ¿Cómo pueden divertirse visitando tumbas, la tumba de alguien que murió hace cuarenta años atrás?

Dale viejo, vení. Contame cómo te fue en tu último viaje.

jueves, 29 de agosto de 2013

Ladridos en la noche

       





LADRIDOS EN LA NOCHE

    Estaba por amanecer, y el perro, que dormía en el jardín trasero, no dejaba de ladrar.
   Primero no le dio mucha importancia, porque seguramente , era el gato del vecino en sus andanzas nocturnas; pero luego de escuchar el ladrido por mas de diez minutos sin parar,  decidió levantarse.
   Agarró la linterna y por las dudas, la escopeta. Capitán, ya se había callado y permanecía acurrucado en su cucha. La luna iluminaba los rincones del jardín,  y fue entonces cuando lo vio, unos metros alejado del animal, un ser extraño, amorfo, masticaba un hueso...
  Cayó en la cuenta que había bebido demasiado y sin ver que en realidad su perro estaba muerto, volvió a dormir.

   

lunes, 26 de agosto de 2013

Susana Abbatantuono - Dos corazones

              
                  



          

Preludian  los violines en la tarde
tocando la sonata que te gusta
el pabilo de las velas arde
y el rumor del viento huele a lluvia.
Recorren las notas nuestro cuarto
endulzan con su ritmo la jornada
desandan los caminos en la arena
dos corazones que aún se aman.

                                    


Margarita Rodríguez - La ciudad



Tarde Gris. Invierno en la piel. Las suelas pegándose al chirle de las baldosas y un aire frio que se abre paso hasta los huesos.
En el bondi, una cumbia villera dispersa mi atención obligándome a cerrar la edición de Orsai que pensaba ojear durante el viaje. Me pongo los auriculares para neutralizar el ruido pero no lo logro. La realidad se me impone a pesar de mi tendencia al aislamiento.
Las frenadas y los bocinazos tampoco ayudan a concentrarme en mi soledad. Miro a mi alrededor, parece ser que a nadie lo molesta nada, y el display de Infobae, empecinado en obligarme a tragar las noticias del momento.
Todo es ruin, todo es cruel. Anónima, en medio de tanto anonimato que mira sin ver. Nadie te dirige la palabra, ni siquiera por cortesía; ni un “permiso”, ni un “disculpe”, ni un “gracias”. Cartelitos de “no moleste” en las frentes, ni siquiera las rayas de la camisa dibujadas en la piel. ¿Dónde están las banderitas de taxi libre a la espera del abordaje amistoso, que me indiquen que hoy valió la pena salir a la calle y regresar trayendo un ramo de flores de Bachín en las manos y mariposas en el corazón?

Teresinka Pereira - De pronto



Se trasciende mi deseo
de belleza
y me encierro en el
cansancio.
Sin embargo la poesía
me sostiene
con reliquias perfumadas
y ciegos amores.
¡De pronto se resucita

la alegría!