miércoles, 23 de octubre de 2013

Susana Abbatantuono, Rutina, pura rutina



        
     Las ocho en punto, y entre chirridos, la persiana de la barbería, abre sus puertas como todos los días.
     Ocho y un minuto, llega Juan Cristóbal, saluda con un gesto, saca de una bolsa su chaqueta impecablemente planchada, y después de ponérsela, acomoda los utensilios de trabajo, peines, cepillos, distintas tijeras y la navaja.
     Minutos más tarde comienzan a entrar los clientes, algunos habituales, otros que están de paso; se mezclan las charlas: debates de política, de football, y los chismes de barrio que nunca faltan.
     A las doce en punto, como de costumbre, Juan Cristóbal va al cuarto de atrás, almuerza un pebete de jamón y queso, su botella de agua, para luego fumarse con fruición un cigarrillo, mirando las volutas de humo haciendo círculos en el aire. Doce y media vuelve al trabajo; mas clientes, mas charlas, ¡rutina, pura rutina!. Cerca de las seis entra don Pedro, éste es el cliente que mas fastidio le causa a Juan.
_ Hola Juanito, cortame vos.
¡Que pesado! Don Pedro es insoportable, pendenciero y criticón, nada le viene bien: que si la patilla le queda corta, o mucho pelo arriba, que muy corto abajo…
     Termina de cortarle y como siempre:
_ Juanito, ya me dejaste la patilla muy corta, bueno, ¿Qué se le va a hacer? Ahora afeitame.
     Juan Cristóbal odia que le llame Juanito, se miró al espejo, su frente surcada por arrugas, su gesto adusto, y el ceño siempre fruncido. Toma la navaja y con suma habilidad corta el cuello del viejo, de izquierda a derecha, la capa se tiñe de rojo... 
Juan vuelve a mirarse al espejo, sonríe, ¡rutina, pura rutina!
                             

1 comentario: