Tarde Gris. Invierno en la piel.
Las suelas pegándose al chirle de las baldosas y un aire frio que se abre paso
hasta los huesos.
En el bondi, una cumbia villera
dispersa mi atención obligándome a cerrar la edición de Orsai que pensaba ojear
durante el viaje. Me pongo los auriculares para neutralizar el ruido pero
no lo logro. La realidad se me impone a pesar de mi tendencia al aislamiento.
Las frenadas y los bocinazos
tampoco ayudan a concentrarme en mi soledad. Miro a mi alrededor, parece ser
que a nadie lo molesta nada, y el display de Infobae, empecinado en obligarme a
tragar las noticias del momento.
Todo es ruin, todo es cruel.
Anónima, en medio de tanto anonimato que mira sin ver. Nadie te dirige la
palabra, ni siquiera por cortesía; ni un “permiso”, ni un “disculpe”, ni un
“gracias”. Cartelitos de “no moleste” en las frentes, ni siquiera las rayas de
la camisa dibujadas en la piel. ¿Dónde están las banderitas de taxi libre a la
espera del abordaje amistoso, que me indiquen que hoy valió la pena salir a la
calle y regresar trayendo un ramo de flores de Bachín en las manos y mariposas
en el corazón?

No hay comentarios:
Publicar un comentario