
No sé si agradecer mi existir al azahar o a la simple razón de que me hayan incluido en el proyecto de construcción de esta casa. Jamás se me había ocurrido pensar cuando me instalaron para darle luz y aireación al altillo, que entraría en los pensamientos y seria el personaje de algún escrito de la dueña. Siempre estuve aquí arriba, abandonada, donde hasta se les olvidó lustrar mi madera, quizás más de una vez la única compañía que tuve fueron arañitas, estar cubierta de polvo, castigada por las inclemencias del tiempo. Cada rayo de sol que entra por mis rendijas, tal cuerda de un violín tocando suaves y dulces melodías como regalo celestial, me ayuda a vencer el tedio y la monótona igualdad de todas las jornadas.
El viento me hace cosquillas, su ulular me advierte que una tormenta está llegando, de golpe todo se oscurece, un nuevo Pampero está nuevamente aquí, primero viento sucio golpeando mi cara, con todo lo que puede llegar a volar; luego las primeras gotas comienzan a lavarme, a continuación quedo enceguecida por un rayo de luz que estalla en mis sentidos. Tengo sentimientos encontrados, deseando volver a ver la claridad, deberé esperar varias horas antes de disfrutar nuevamente del sol.
Nadie pensó que desde aquí en lo alto, controlo y observo la entrada de todos los habitantes a la vivienda, ya sea rebosantes de alegría o con cara de pocos amigos por alguna preocupación a cuestas. O verlos llegar cansados, quizás nerviosos y observando hacia todos lados, como queriendo descubrir fantasmas entre las peligrosas sombras debido a lo avanzado de la noche, nadie en la calle y presurosos a cerrar la puerta.
Desapercibida en el papel que cumplo como vigía de un barco ante un naufragio o el faro indicador a transeúntes de que no se puede entrar sin tocar el portero y que luego de recibir la autorización les dan la entrada triunfal.
Veo pasar parejas haciéndose arrumacos, niños traviesos tocar el portero y saliendo impelidos a toda velocidad antes de ser descubiertos, a los vecinos dirigir miradas al jardincito con flores, autos dejados mal estacionados por sus conductores frente a la salida del garaje, obreros caminar somnolientos rumbo a las fábricas, con un rictus de frustración diaria en sus rostros. Desde aquí todos los humanos parecen empequeñecidos.
Estaba absorta en disquisiciones filosóficas cuando me estremecí toda, ante el tronar de la tropilla de chicos subiendo las escaleras rumbo al altillo en el que ocupo el sitial irrelevante al exterior. Se inauguraba dentro de mi ámbito una biblioteca para los menudos. los anaqueles de las estanterías rebosaban de volúmenes con atractivos títulos para los mayorcitos y para los pequeñines. Qué agradable fue empezar a tener compañía casi todos los días, ya que la abuela se hacía cargo de ellos, mientras sus mamás trabajaban. Entonces subían, se tendían sobre las camitas y consultaban la PC que el abuelo les instaló a mi lado.
Fue así como comenzó una etapa de gran algarabía, positiva para los chicos y por supuesto para mí también, empecé a sentirme por fin útil. Me abrían para querer ver la calle, dejar entrar y seguir con su curiosidad los rectos rayos de luz hasta terminar en el piso; gritar a los desprevenidos transeúntes, verlos utilizar la PC instalada allí para ellos...
También he sido testigo año tras año de Navidades y Años nuevos, tener la dicha de que me abran y ver cómo disfrutan todos amontonadas como un puñado de miradas dirigiéndose al cielo, cruzado de destellantes fuegos de artificios que estallan en variedad de figuras y colores, globos errantes, cañas voladoras. Cómo extrañaré cuando ellos crezcan, hasta pude escuchar el pequeño latido de sus infantiles corazones, de la enorme emoción que los embriaga...
Lucarna que tanto sabes y de a poquito me vas ayudando a desenredar la madeja de emociones, acontecimientos y secretos tan apretadamente guardados, cuando mis nietos durmieron por primera vez en las camitas custodiadas por vos ¿los viste tristes? ¿Con miedo? ¿Lloraron? ¿No se animaron llamarme o quedaron inmediatamente dormidos luego de besuquearlos, contarles un cuento y despedirlos? ¿O se quedaron haciendo festejos por cortar el último cordón umbilical con sus papis y abuelos? Habrán visto llegar a los duendes de la oscuridad y vos les contaste un relato hasta que quedaron rendidos y emocionados de ser cómplices tuyos.
¿Te habrás asustado mucho la primera vez que te iluminaron terroríficos látigos de fuego de algún relámpago? ¿Te habrás sentido abandonada ante la persistencia de alguna interminable y terrible tormenta de verano con granizada?
Pero recuerda que has servido de confesor de angustias en algún momento de pérdida familiar, me viste llorar mirando el estrellado cielo a través de tus rendijas, se me heló la cara golpeada por el viento, pero me mantuve despierta meditando en mi dolor y la calma retornó nuevamente a mi espíritu.
Pero recuerda que has servido de confesor de angustias en algún momento de pérdida familiar, me viste llorar mirando el estrellado cielo a través de tus rendijas, se me heló la cara golpeada por el viento, pero me mantuve despierta meditando en mi dolor y la calma retornó nuevamente a mi espíritu.
Lucarna de desencuentros familiares, de desbordante alegría, de angustias reprimidas, de nostalgias por pérdidas; cada día que pasa estás un poco más cerca mío, siempre serás mi compañera aunque nunca antes te lo haya dicho.
Qué lindo Rita. Me gustó la perspectiva que diste a tu relato. Cuántos rincones de la casa estarán esperando su reconocimiento? Cada uno mudo testigo de nuestras vivencias.
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