El carbón
había impregnado su piel. Había penetrado por los poros y llegado hasta la
sangre a través de los vasos capilares.
Una vez en el torrente principal, cientos, miles, tal vez millones de
partículas negras eran transportadas por ésta y depositadas en cada uno de los
órganos que formaban su cuerpo. Así día tras día, año tras año a lo largo de
toda una vida.
Poco a poco, esas
moléculas fueron invadiendo y reemplazando otras sustancias del cuerpo cómo
células y fluidos. Cómo es propio a su naturaleza las partículas se fueron
fusionando, lo que terminó finalmente con su vida después de haber transformado
todo el cuerpo.
Murió de pie,
trabajando en la mina, medio inclinado hacia adelante. Lo sacaron entre cuatro compañeros
pero no pudieron enderezarlo. El problema era que no podían ponerlo en ningún
ataúd porque al estirarlo se quebraba. Notaron que en esa posición era muy
resistente.
Finalmente lo llevaron a la plaza
del pueblo y con él hicieron el monumento al minero. Luego todos festejaron.

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