
Recuerdo la rueda dentada
arremetiendo con dos tajos profundos contra el pie troncal. Es una
boca por la que vomita savia y grita la corteza con voz de aserrín.
El cielo se mece hasta que mi cumbre como lanza, penetra en la sombra
hiriendo al pinar.
Recuerdo el dejo de raíz
sepultada, la que cuando retoño, Madre Natura cultivó haciéndome
tan alto y tan verde.
Si escuchas crujir tu
puerta de pino, tenme en cuenta: son pesadillas.
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