Una fila de
cajas de cristal, con cuerpos de seres humanos de distintas edades, alineadas
en forma perfecta, cada una etiquetada con una letra y un número, marcados
también en la frente de las personas, es lo primero que se observa en esa
habitación, totalmente blanca ; en el centro una camilla con otro cuerpo
también sin vida, abierto desde el cuello hasta el pubis, al costado algo así
como instrumental quirúrgico.
De pronto
el silencio del lugar se rompe con el leve rumor de unas pisadas, un ser
verdoso, con una cabeza desproporcionada en la que sobresalen un par de ojos
negros, redondos, sin cejas ni pestañas, un par de orificios como nariz y en
lugar de boca solamente una mueca.
Se acerca a
la camilla y con gran celeridad comienza a extraer todos los órganos, hasta
dejar solo una carcasa de carne y hueso. Reemplaza todo lo extraído con
circuitos estratégicamente colocados, cierra el cuerpo y lo etiqueta: “K6”, lo
deposita en la caja de cristal correspondiente y sale de la habitación; en
segundos regresa con otra persona, todavía intacta y con los ojos
desmesuradamente abiertos, la mirada de horror no parece impresionar al
hombrecillo, hasta que llegan al instrumental transcurre solo un instante, pero
para el hombre son como siglos, vienen a su cabeza el recuerdo de los últimos
acontecimientos hasta terminar en esa camilla; la invasión extraterrestre, la
muerte de miles de personas, los prisioneros y ahora él allí, mira al ser y con
una voz casi imperceptible dice:
_¡Estoy
vivo!, no obtiene respuesta, _ ¡Estoy vivo!
Pero en ese
instante el álien abre su cuerpo con un láser, los órganos aparecen a la vista,
el corazón da su último latido, todo es extraído y reemplazado, sobre su frente
la marca:”K7” y lo pone en la caja correspondiente.
Hasta hace
unos momentos era Pedro Fernández, un conocido empresario, ahora , un robot que
servirá a los nuevos dueños del planeta, uno tras otro los sobrevivientes del
ataque pasan a engrosar las filas de un ejército de máquinas sin alma.
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