-Si le avisaba corría un riesgo, pero cada uno actúa a su manera, vos me conocés Raúl, no soy de las personas que miran para otro lado o siguen su camino sin que se les mueva un pelo ante la desgracia ajena.
Porque cabía la
posibilidad de que lo tomara a mal, y era un hombre corpulento.
Sin embargo, no
podía evitar ponerme en su lugar.
Ojo, quizás se
trataba de una simple broma, nunca falta algún amigo al que le gusta divertirse
a costa de los otros.
Él caminaba para
el lado de la estación, y yo llevaba cuatro cuadras pisándole los talones. Me cansé de ver gente
que miraba y sonreía mientras se le iba acercando. Alguno que otro hasta me
hacía un guiño de complicidad. Pero yo, inmutable.
En un momento
veo a unos muchachos tomando cerveza en la vereda. Y como era de esperar,
cuando los pasamos las risotadas se oyeron en toda la manzana. El tipo giró la
cabeza sorprendido o curioso, por lógica, y ahí atrás estaba yo. Le hice un
gesto dándole a entender que estaban mamados, y siguió caminando. Pero después
de eso empezó a darse vuelta cada tanto, se le notaba la desconfianza en la
cara.
Al final doblé
en la siguiente esquina; para qué meterme donde no me llamaban, después de
todo, ¿a ver si todavía pensaba que lo estaba siguiendo para robarle?
Pobre tipo… Yo
me pregunto quién fue el bruto que le escribió en la espalda cornudo con acento
en la u.
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