Desde que fui pequeño, un retoño, me sentí parte de este lugar y eché
raíces.
Las cuatro calles que contienen a la plaza, hoy rodeada de edificios, son las fronteras que hacia adentro, nos proveen del espacio necesario.
Su paisaje interno, de tanto en tanto es modificado: aquí, por ejemplo,
han quitado un arenero donde los niños con palitas y baldes, materializaban su imaginación. Una Ordenanza Municipal decidió reemplazarlo.
Yo
fui testigo de cómo el lugar se contaminaba por heces, agujas y jeringas. Donde ahora hay flores, una fuente con agua y juegos, antes había pasto.
En el vértice que comprenden las calles Olavarría y Paz tengo mi
lugar, cerca de un asiento desde donde parten las promesas adolescentes y hacen
sus pausas los cuerpos fatigados.
Disculpen si me voy por las ramas, me distrae la señora que por unos
pesos, pasea a los niños en los caballitos; siempre que le sobra un equino
me usa como palenque.
¡Ah estos perritos con incontinencia!...
Felicitaciones por el cuento y la perseverancia!!
ResponderEliminar¡GRACIAAAAAAAAAaaaaaaaaaaaaas!
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