jueves, 28 de marzo de 2013

Susana A. de Roca - Quehaceres domésticos


   


Mariano Reyes podía pasar inadvertido en cualquier parte. Era un hombrecillo gris, callado y escurridizo. Vivía en las afueras   del pueblo, en una casa antigua, que amenazaba  caerse en cualquier momento.
   Nadie sabía cual era su ocupación, sin amistades conocidas, compañía de un perro mastín de apariencia brava.
    Últimamente el inspector Vinci, había dejado la comodidad de su departamento en Quilmes, para estudiar sus pasos. El caso era muy extraño, mujeres solas que desaparecían sin dejar rastros. Vinci, terco como una mula  cuando se trataba de un caso difícil, estaba empecinado en desentrañar el misterio.
 
 Detener a Reyes , fue casi casual, una disputa callejera, una agresión física, y ya lo tenía en sus manos.
   La sorpresa se la llevó cuando allanó la casa. El detenido era un demente, capaz de matar, y no solo eso.
  Las mujeres estaban en las distintas estancias del lugar, cumpliendo diferentes quehaceres .Una estaba planchando en el cuarto de costura; otra cosiendo; una cocinando, y una última mirando la televisión en la sala.  La única particularidad fue que todas estaban muertas.

            

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