lunes, 3 de junio de 2013

Raquel Mizrahi - Un peculiar amanecer

                                                                   

Mientras se desperezaba en la cama, oyó el roce del papel en las baldosas. Se incorporó de un salto y atravesó el patio que lo separaba de la calle.
Cuando recogió el sobre, comprobó sorprendido que su cintura no acusaba dolor, y pensó con optimismo que por fin empezaban a surtir efecto las nuevas pastillas que el médico le había recetado.
Sin embargo, le costaba sacar la carta: sus uñas estaban demasiado largas y rompió un pedazo de papel en el intento. Se miró las manos y descubrió en ellas unas gruesas callosidades; se las llevó a la cara, recorrió sus mejillas y notó que  la barba le había crecido desmesuradamente. 
Su tendencia a la hipocondría no pudo haber llegado tan lejos… Decidió que lo mejor sería darse una ducha relajante para alejar los malos pensamientos. 
¿Pero por qué tantos cambios en una misma mañana? -se preguntó intrigado mientras encendía la luz del baño. 
Al mirarse en el espejo encontró la respuesta, y cuando quiso gritar, de su garganta salió un aullido.

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