Los chicos corrían por toda la
casa haciendo travesuras. La madre, para calmarlos, les prometió que si se
portaban bien, cuando baje el sol, vendría el duende a dejarles golosinas en el
jardín.
Como les quedaba un largo día por
delante, les asignó algunas tareas: Juancito debía recoger los huevos del
gallinero; Lucas barrer las hojas del jardín y María ordeñar la vaca.
Los varones, que eran más
traviesos, se confabularon para espiar al duende, apoderarse rápido de las
golosinas y así, eludiendo a su hermana, tendrían más para ellos.
Luego de las tareas asignadas por
su mamá, debían concluir las tareas escolares. Como los niños seguían
confabulando, esto les llevó toda la mañana. María, muy concentrada, terminó
sus deberes con facilidad y se dirigió a la cocina. La madre estaba preparando
unas exquisitas confituras con las que sorprendería a sus hijos al atardecer. Entonces,
para que la niña no se diera cuenta de lo que estaba haciendo, le pidió que
ayudara a los hermanos con sus deberes y, obediente, así lo hizo.
Cuando terminó de ayudar a sus
hermanos volvió a la cocina. La madre escondió rápidamente las golosinas recién
horneadas en una caja y la guardó en la parte alta de la alacena. Pero, en el
apuro, se deslizó la hoja con la receta al piso. María la recogió y leyó con
curiosidad, luego la guardó.
Partieron los tres para la
escuela. Entre corridas y risotadas, Juan y Lucas iban pateando piedras y
cuanto encontraban en el camino. María para no ser golpeada caminaba detrás,
entreteniéndose con la lectura de la receta que, distraída, había guardado en
su bolsillo.
Al regresar, luego de la merienda,
la madre les preguntó cómo se habían portado. Todos respondieron que muy bien y
los varones, con la escusa de ir a jugar, salieron al jardín a espiar la
llegada del duende. Pero la madre ya había escondido las golosinas más
temprano. Como todavía faltaba bastante para el atardecer, María le pidió
permiso para practicar una receta. Recomendándole que lo hiciera con cuidado,
accedió y se retiró a ordenar las habitaciones.
La niña puso en práctica lo que
había estudiado en el camino y preparó un montón de excelentes confituras.
Al anochecer, cuando tuvieron el
permiso para revisar el jardín, Lucas y Juan encontraron fácilmente las
golosinas que la madre había ocultado a medias detrás de unos arbustos. María
estaba tan entretenida en la cocina que tardó en salir al jardín. Ambos varones
se repartieron rápidamente el botín y se lo comieron antes de que llegara su
hermana.
Pero, ante el asombro de los
hermanos, ésta apareció con una fuente repleta con las mismas golosinas que
gustosa compartió con toda su familia.